
Hace 19 años aterrizaba el avión en el que había cruzado el charco. Un par de meses antes me había titulado y lo único que tenía claro a mis 24 años, es que quería vivir donde había nacido mi yaya.
Es curioso, porque enfermó cuando yo era muy pequeña y murió cuando tenía 10. La conocí muy poco, lamentablemente. Pero yo igual quería vivir en Catalunya.
19 años han pasado y esa es la única respuesta que puedo dar a “por qué te fuiste.” Supongo que todo el mundo espera una historia triste, de necesidad económica. Y no. Muchos más esperan una historia de amor. Y tampoco. Bueno, sí es amor.
De amor a mi abuela que con 17 años tuvo que dejar su hogar y a sus padres. Que atravesó los Pirineos caminando, con su sobrino de meses en brazos. Ese sobrino que la salvó de hacer alguna locura cuando el frío y el hambre se hacían insoportables en una travesía que ni siquiera sabía dónde acabaría. Que cruzó el charco en barco, el glorioso Winnipeg de Neruda, después de negros meses en Francia.
84 años han pasado de eso. Y después de muchas vueltas por la península (quizás demasiadas) y por pura casualidad, terminé viviendo a menos de 8 kilómetros de la casa donde ella nació. Sigue ahí, en pie. Ahora hay una tienda y en la casa de al lado, tatúan. Obvio que me lo tomé como una señal. Obvio que me fui a tatuar.
¿Y por qué les cuento todo esto? Yo qué sé. En estas fechas siempre me corroe la melancolía. Las dudas. Las certezas. Las ganas de volver atrás. El deseo de seguir adelante.
Se echan de menos que escribas. Hazlo más 😘
Me gustaLe gusta a 1 persona
Tendré que retomarlo pues 🥰😘😘😘
Me gustaMe gusta