Chile S.A. Violencia Policial

Vamos a hablar de policía. Bueno, no, vamos a hablar de Carabineros de Chile. Y antes de entrar en materia, vamos a contextualizar un poco. Creada allá por 1927, bajo el lema de “Orden y Patria”, se supone que existen para velar por la seguridad de todos los chilenos. Y la protección del orden público. Se supone.

Carabinero chileno. Crédito: NODAL

La lista de escándalos a lo largo de su historia no es menor y probablemente necesitaría mucho más que una entrada para hablar de ellos. Pero por si quieren saber más, conocidos y sonados son el PacoGate, el caso Catrillanca, la Operación Huracán, por mencionar algunos.

Para los que todavía se están iniciando en chileno, un paco es un carabinero y generalmente «paco» va con un adjetivo calificativo después, pero en pro de la seriedad, vamos a mantener la compostura.

No podemos olvidar tampoco su colaboración en los años de dictadura a la represión, tortura, asesinato y desaparición de compatriotas, que no por pasado debe ser olvidado. Mucho menos cuando en Chile todavía hay personas que buscan a sus familiares o sencillamente una respuesta que les diga qué les sucedió.

El Estallido Social  – Violencia de Estado

El 18 de octubre de 2019 comenzó en Chile la revuelta social, que muchos dicen que estalló por 30 pesos, pero la verdad es que lo hizo por 30 años de injusticias sociales. Injusticias sociales que todos veíamos y que todos conocíamos.

Desde entonces, las imágenes de represión policial han dado la vuelta al mundo. 460 chilenos tienen, cortesía de Carabineros de Chile, alguna lesión ocular y 21 de ellos sufrieron la rotura o la pérdida del globo ocular.

En diciembre de 2019, el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) constato un total de 1.983 personas heridas por disparos, la gran mayoría, por perdigones.

No sólo han disparado a los manifestantes, también los han atropellado, los han gaseado, les han tirado agua con productos químicos corrosivos y un joven fue aplastado entre dos carros policiales. Y la lista es larga.

Según la Unidad Especializada en Derechos Humanos, Delitos Sexuales y Violencia de Género de la Fiscalía Nacional, en su informe “Cifras de la Violencia Institucional” del 15 de julio, cifra en 8.827 los casos de vulneración de los derechos humanos desde el estallido. Entre ellos se encuentran apremios ilegítimos; violencia sexual, incluyendo abusos y violaciones, lesiones con armas de fuego, entre otros. El Informe considera las denuncias presentadas hasta el 31 de marzo y, de momento, ningún agente del Estado ha sido condenado.

Larga es también la lista de detenidos, aunque  menos, acusados por el Gobierno y la policía de cometer delitos durante las manifestaciones. Según los datos proporcionados por CIPER, 497 personas permanecen privadas de su libertad. Por otra parte, la Fiscalía investiga a 466 agentes, de los cuales 419 son carabineros.

Ayer 6 de octubre, la Fiscalía chilena anunció la detención de tres oficiales de Carabineros que serán imputados hoy por delitos de tortura ocurridos en octubre del año pasado, contra 6 manifestantes, cuatro de ellos, menores de edad.

Entre la corrupción y la violencia, la imagen de la policía chilena está por los suelos y la población cada vez confía menos en ellos. Prueba de esta desconfianza, son los videos grabados durante el estallido social, en los que las personas gritaban su nombre y su RUT (número de identidad) al ser detenidas por carabineros. Personalmente, esos gritos desesperados me ponían los pelos de punta, porque eran gritos de personas que no querían desaparecer, que no querían ser un detenido desaparecido más.

Y así, es cómo están las cosas. Con una policía represiva y violenta, que ataca al pueblo que juró proteger y levanta sus armas contra sus iguales. Y parece que no les pasa nada. Siguen trabajando, siguen reprimiendo. Y no queda claro si es que el Gobierno los apoya o simplemente perdieron el control sobre la institución. Porque eso parece. Parece que se mandan solos y que no rinden cuentas. Nadie dimite, nadie va preso, nadie paga.

¿Viene un cambio?

Por eso, es tan esperanzador cuando un juez dice que un paco es  “un peligro para la seguridad de la víctima y la sociedad” y decreta prisión preventiva. Sí, estoy hablando del último escándalo policial en Chile. Estoy hablando de cómo un funcionario público que juro servir y proteger, corrió contra un ciudadano y producto de la fuerza y de la intención, lo levantó por la barandilla del puente Pío Nono y lo tiró al cauce del Mapocho: 7,5 metros más abajo.

ÁLVARO SANA ANA – AFP

No lo digo yo. Lo dicen las imágenes grabadas desde distintos ángulos, que  no dejan lugar a dudas: lo lanzaron. No se cayó, no saltó, no tropezó. Lo lanzaron. Lo empujaron. No fue un accidente. Insisto, no lo digo yo. Lo dijo el juez de garantía, Jaime Fuica, al imputar al miembro de las Fuerzas Especiales, por los delitos de homicidio frustrado y omisión de socorro. El juez, estimó también que existió en los actos del carabinero, una voluntad deliberada de cometer el delito.

En otras palabras, lo tiró por el puente porque quería tirarlo y, no conforme con ello, después de mirar por la barandilla el cuerpo sin movimiento del menor, se fue. Él y todos sus compañeros. Miraron y se fueron. Esperamos que haya más detenciones por omisión de socorro.

Burdo e ineficaz fue el intento de encubrimiento por parte de los uniformados, que intentaron hacer quedar al menor, víctima, como detenido y el homicidio frustrado, como un arresto que salió mal. Se hace necesaria una investigación externa que aclare quiénes participaron en el intento de encubrimiento. Porque hubo más implicados. Y es que todos sabemos que un paco no se manda sólo.

Sin duda que un juez lo considere “un peligro para la seguridad de la víctima y la sociedad”, es un primer gran paso. Pero no se puede quedar ahí. El cuerpo de Carabineros de Chile tiene que ser reformado desde sus cimientos.

Carabineros y sus defensores se escudan en la protección del orden público, cuando lo que realmente están protegiendo es el actual orden social, que evidentemente, está en crisis.

Estamos a semanas de votar que queremos una Nueva Constitución; a semanas de gritar que la que escribió Pinochet, no nos sirve, no nos vale. Nunca lo hizo, pero ya nos cansamos de que parezca que sí. Ya nos cansamos de las desigualdades, de las faltas de oportunidades, del precio de la educación o de la salud. Nos cansamos de que en Chile S.A. todo sea un negocio, hasta el agua.

Y, por supuesto, nos cansamos de esta policía pinochetista, que abusa de su poder y que se ceba con sus compatriotas. Nos cansamos de los pacos que lo hacen porque creen que defienden la mano que les da de comer y no se dan cuenta que quienes les damos de comer, somos nosotros, sus compatriotas.

El Estallido Social de Chile – Chileokulto

 

 

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