Y ya van 20

Esta vez me debato entre “veinte años no es nada” de Gardel y “puedo escribir los versos más tristes esta noche” de Neruda. La primera, para rebatirla; la segunda, porque es como me siento estas últimas semanas.

El comienzo de año está siendo jodido, ni levanto cabeza ni veo la luz al final del túnel. ¿Sé que lo haré? Por supuesto, como siempre, como he aprendido a hacerlo estos últimos 20 años. ¿Que me está costando? Pues también. Tampoco pasa nada. El dolor y la pena forman parte de la vida y nos ayudan a reajustarnos y a reencontrar el equilibrio.

Pero no nos vamos a engañar, es una mierda. Hasta que nos equilibramos y ajustamos, las pasamos putas. He dejado de escuchar música, muchos días me invento la sonrisa y otros muchos no me llega ni a los ojos. Y también me he vuelto algo hipócrita, porque a la gente que me conoce menos les digo “bien” con una sonrisa de mierda y no se dan ni cuenta.

Pero creo que hay que decirlo. Porque no pasa nada por hacerlo, porque no pasa nada si decimos «mal» a un cómo estás. Porque que ahora esté triste, no quiere decir que no sea feliz, lo que pasa es que ahora mismo, lo bueno se hizo chiquito y las penas campan a sus anchas. 

Y también porque no será la primera vez ni mucho menos la última y esto no quiero olvidarlo para cuando vuelva a pasar.

Tampoco busco pena, compasión o lástima. Y muchísimo menos de que les entristezca leer todo esto. Simplemente busco normalizar un poco ser honestos con nosotros mismos y con los que nos quieren. Y con los que no nos quieren, pero nos rodean. No podemos ser siempre una taza de Mr. Wonderful.

Y si cada 6 de febrero (o casi) durante los últimos 20 años les he ido compartiendo mis reflexiones de aniversario, hoy tampoco lo quería dejar pasar. Porque la mayoría de los que están al otro lado de la pantalla, son Trocitos de mi red de seguridad.

Una red de seguridad mutua que hemos ido tejiendo a lo largo de estos 20 años; con algunos durante muchísimos más años. Una red de seguridad que deseo que todos los que están leyendo esto, tengan. Aunque no sean mis trocitos, deseo que sean los trocitos de alguien.

Y es que 20 años, son muchos, ya puede Gardel decir lo que quiera. En veinte años te da tiempo a cruzar el charco, compartir piso, enamorarte, comprar un piso, casarte, divorciarte, desenamorarte, cambiarte de casa un buen puñao de veces, elegir playa, comprar otro piso, trabajar, cobrar el paro, enamorarte y desenamorarte varias veces más. Echar de menos y de más. Sentir que faltas y también que sobras. Enseñar y aprender. Llorar y reír. Y esta vez, estoy más cerca de las lágrimas que de la risa, pero esto, también pasará.

Se les quiere.

Me rompí

Escribo esto con las prisas de que entro a trabajar en un rato. Escribo esto desde el parking del #PutoBúnker. Llorando.

Venía en el coche y sin saber porqué, me he puesto a llorar. Pero no me pasa nada. Estoy bien. Pero estoy llorando.

Y estoy llorando porque llevo casi una semana consumiendo maldad. Imágenes bestiales y desgarradoras, que poco a poco me han ido trizando.

Imágenes que aunque no quiera ver, están. Aparecen. Son. No es una película que estemos viendo desde el sofá. Es real. Es tan real, que me rompe.

Imágenes que me hacen sentir y pensar cosas que no me identifican. Pero son cosas y pensamientos que siento y tengo. Y también me rompen. Y lloro. Por todo esto. Y por ellos. Y por nosotros. Y por vuestros hijos. Cómo duele el mundo que estamos construyendo. Ese mundo donde todo vale. Donde la gente se alegra de la muerte y la destrucción. De la barbarie. Un mundo tan inmediato en el vemos PERSONAS morir en vivo y en directo. Retorcerse de dolor, de pena, de pánico. Y hay quienes lo celebran. Y desean más. Y hay quienes se rompen. Pero nos secamos las lágrimas, nos sonamos los mocos y nos vamos a trabajar. Y seguimos. Porque tampoco podemos parar. Tampoco podemos ayudar. Tampoco lo podemos parar. Seguimos de cabeza a deshumanizarnos tanto que cuando queramos hacer algo, no habrá nadie ni nada por lo que hacerlo. Me rompí.

Un por qué 19 años después

Hace 19 años aterrizaba el avión en el que había cruzado el charco. Un par de meses antes me había titulado y lo único que tenía claro a mis 24 años, es que quería vivir donde había nacido mi yaya.

Es curioso, porque enfermó cuando yo era muy pequeña y murió cuando tenía 10. La conocí muy poco, lamentablemente. Pero yo igual quería vivir en Catalunya.

19 años han pasado y esa es la única respuesta que puedo dar a “por qué te fuiste.” Supongo que todo el mundo espera una historia triste, de necesidad económica. Y no. Muchos más esperan una historia de amor. Y tampoco. Bueno, sí es amor.

De amor a mi abuela que con 17 años tuvo que dejar su hogar y a sus padres. Que atravesó los Pirineos caminando, con su sobrino de meses en brazos. Ese sobrino que la salvó de hacer alguna locura cuando el frío y el hambre se hacían insoportables en una travesía que ni siquiera sabía dónde acabaría. Que cruzó el charco en barco, el glorioso Winnipeg de Neruda, después de negros meses en Francia.

84 años han pasado de eso. Y después de muchas vueltas por la península (quizás demasiadas) y por pura casualidad, terminé viviendo a menos de 8 kilómetros de la casa donde ella nació. Sigue ahí, en pie. Ahora hay una tienda y en la casa de al lado, tatúan. Obvio que me lo tomé como una señal. Obvio que me fui a tatuar.

¿Y por qué les cuento todo esto? Yo qué sé. En estas fechas siempre me corroe la melancolía. Las dudas. Las certezas. Las ganas de volver atrás. El deseo de seguir adelante.

Chile S.A. Violencia Policial

Vamos a hablar de policía. Bueno, no, vamos a hablar de Carabineros de Chile. Y antes de entrar en materia, vamos a contextualizar un poco. Creada allá por 1927, bajo el lema de “Orden y Patria”, se supone que existen para velar por la seguridad de todos los chilenos. Y la protección del orden público. Se supone.

Carabinero chileno. Crédito: NODAL

La lista de escándalos a lo largo de su historia no es menor y probablemente necesitaría mucho más que una entrada para hablar de ellos. Pero por si quieren saber más, conocidos y sonados son el PacoGate, el caso Catrillanca, la Operación Huracán, por mencionar algunos.

Para los que todavía se están iniciando en chileno, un paco es un carabinero y generalmente «paco» va con un adjetivo calificativo después, pero en pro de la seriedad, vamos a mantener la compostura.

No podemos olvidar tampoco su colaboración en los años de dictadura a la represión, tortura, asesinato y desaparición de compatriotas, que no por pasado debe ser olvidado. Mucho menos cuando en Chile todavía hay personas que buscan a sus familiares o sencillamente una respuesta que les diga qué les sucedió.

El Estallido Social  – Violencia de Estado

El 18 de octubre de 2019 comenzó en Chile la revuelta social, que muchos dicen que estalló por 30 pesos, pero la verdad es que lo hizo por 30 años de injusticias sociales. Injusticias sociales que todos veíamos y que todos conocíamos.

Desde entonces, las imágenes de represión policial han dado la vuelta al mundo. 460 chilenos tienen, cortesía de Carabineros de Chile, alguna lesión ocular y 21 de ellos sufrieron la rotura o la pérdida del globo ocular.

En diciembre de 2019, el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) constato un total de 1.983 personas heridas por disparos, la gran mayoría, por perdigones.

No sólo han disparado a los manifestantes, también los han atropellado, los han gaseado, les han tirado agua con productos químicos corrosivos y un joven fue aplastado entre dos carros policiales. Y la lista es larga.

Según la Unidad Especializada en Derechos Humanos, Delitos Sexuales y Violencia de Género de la Fiscalía Nacional, en su informe “Cifras de la Violencia Institucional” del 15 de julio, cifra en 8.827 los casos de vulneración de los derechos humanos desde el estallido. Entre ellos se encuentran apremios ilegítimos; violencia sexual, incluyendo abusos y violaciones, lesiones con armas de fuego, entre otros. El Informe considera las denuncias presentadas hasta el 31 de marzo y, de momento, ningún agente del Estado ha sido condenado.

Larga es también la lista de detenidos, aunque  menos, acusados por el Gobierno y la policía de cometer delitos durante las manifestaciones. Según los datos proporcionados por CIPER, 497 personas permanecen privadas de su libertad. Por otra parte, la Fiscalía investiga a 466 agentes, de los cuales 419 son carabineros.

Ayer 6 de octubre, la Fiscalía chilena anunció la detención de tres oficiales de Carabineros que serán imputados hoy por delitos de tortura ocurridos en octubre del año pasado, contra 6 manifestantes, cuatro de ellos, menores de edad.

Entre la corrupción y la violencia, la imagen de la policía chilena está por los suelos y la población cada vez confía menos en ellos. Prueba de esta desconfianza, son los videos grabados durante el estallido social, en los que las personas gritaban su nombre y su RUT (número de identidad) al ser detenidas por carabineros. Personalmente, esos gritos desesperados me ponían los pelos de punta, porque eran gritos de personas que no querían desaparecer, que no querían ser un detenido desaparecido más.

Y así, es cómo están las cosas. Con una policía represiva y violenta, que ataca al pueblo que juró proteger y levanta sus armas contra sus iguales. Y parece que no les pasa nada. Siguen trabajando, siguen reprimiendo. Y no queda claro si es que el Gobierno los apoya o simplemente perdieron el control sobre la institución. Porque eso parece. Parece que se mandan solos y que no rinden cuentas. Nadie dimite, nadie va preso, nadie paga.

¿Viene un cambio?

Por eso, es tan esperanzador cuando un juez dice que un paco es  “un peligro para la seguridad de la víctima y la sociedad” y decreta prisión preventiva. Sí, estoy hablando del último escándalo policial en Chile. Estoy hablando de cómo un funcionario público que juro servir y proteger, corrió contra un ciudadano y producto de la fuerza y de la intención, lo levantó por la barandilla del puente Pío Nono y lo tiró al cauce del Mapocho: 7,5 metros más abajo.

ÁLVARO SANA ANA – AFP

No lo digo yo. Lo dicen las imágenes grabadas desde distintos ángulos, que  no dejan lugar a dudas: lo lanzaron. No se cayó, no saltó, no tropezó. Lo lanzaron. Lo empujaron. No fue un accidente. Insisto, no lo digo yo. Lo dijo el juez de garantía, Jaime Fuica, al imputar al miembro de las Fuerzas Especiales, por los delitos de homicidio frustrado y omisión de socorro. El juez, estimó también que existió en los actos del carabinero, una voluntad deliberada de cometer el delito.

En otras palabras, lo tiró por el puente porque quería tirarlo y, no conforme con ello, después de mirar por la barandilla el cuerpo sin movimiento del menor, se fue. Él y todos sus compañeros. Miraron y se fueron. Esperamos que haya más detenciones por omisión de socorro.

Burdo e ineficaz fue el intento de encubrimiento por parte de los uniformados, que intentaron hacer quedar al menor, víctima, como detenido y el homicidio frustrado, como un arresto que salió mal. Se hace necesaria una investigación externa que aclare quiénes participaron en el intento de encubrimiento. Porque hubo más implicados. Y es que todos sabemos que un paco no se manda sólo.

Sin duda que un juez lo considere “un peligro para la seguridad de la víctima y la sociedad”, es un primer gran paso. Pero no se puede quedar ahí. El cuerpo de Carabineros de Chile tiene que ser reformado desde sus cimientos.

Carabineros y sus defensores se escudan en la protección del orden público, cuando lo que realmente están protegiendo es el actual orden social, que evidentemente, está en crisis.

Estamos a semanas de votar que queremos una Nueva Constitución; a semanas de gritar que la que escribió Pinochet, no nos sirve, no nos vale. Nunca lo hizo, pero ya nos cansamos de que parezca que sí. Ya nos cansamos de las desigualdades, de las faltas de oportunidades, del precio de la educación o de la salud. Nos cansamos de que en Chile S.A. todo sea un negocio, hasta el agua.

Y, por supuesto, nos cansamos de esta policía pinochetista, que abusa de su poder y que se ceba con sus compatriotas. Nos cansamos de los pacos que lo hacen porque creen que defienden la mano que les da de comer y no se dan cuenta que quienes les damos de comer, somos nosotros, sus compatriotas.

El Estallido Social de Chile – Chileokulto

 

 

Carta abierta a ‪@sebastianpinera‬

‬Por muy bien que me hayan educado, soy incapaz de ser tan cínica de empezar esta misiva con un estimado.

Espero que con un buenos días, sea suficiente. Vamos a aclarar cuestiones básicas antes de entrar en materia. Espero que no te moleste que te hable de tú, pero es que el usted me lo reservo para las personas a las que respeto. Y claramente no es el caso.

Cada día veo los reportes del Ministerio con una mezcla de estupor, rabia y miedo. Pena. Impotencia. Cómo es posible haberlo gestionado tan mal teniendo claros ejemplos que (no) seguir.

Puedo entender que a principios de año, cuando allá, al otro lado del mundo, chinos morían, pensaras que al otro lado de la cordillera no corríamos riesgo. Lo entiendo porque nos pasó a todos. Todos creímos que era como una gripe. Todos creímos que estaban exagerando. Todos creímos que sólo se morían las personas con patologías previas. Esa te la doy. Estaba empezando para todos y supongo que no queríamos creer.

A partir de mediados de marzo, ya no tienes excusa. Viste, porque hoy en día todo se ve, cómo se contagiaban y morían italianos y españoles. Viste cómo en España se aprobaban leyes y decretos para intentar no dejar a nadie atrás. No siempre con el mejor de los éxitos. Pero se hizo. Y lo viste. Viste como nos encerramos y viste cómo se paro el país. Viste a chinos, italianos y españoles que morían. A pesar del encierro. Viste el sistema de salud pública español, saturado, transformando plantas en UCIs, pacientes en los pasillos. Viste al personal sanitario reventado, los viste trabajando sin recursos ni medios adecuados. Los viste trabajando protegiéndose con bolsas de basura. Sigue repitiéndote que no se podía saber, quizás en algún momento te lo creas. Yo no.

Sin embargo, esto parece que seguía sin ir contigo. Porque no hiciste nada. Porque no cerraste fronteras . Porque sé de gente que viajó a Chile desde focos importantes de COVID que no tuvieron que hacer cuarentena. A los que ni se les tomo la temperatura al llegar al país ni se les hizo seguimiento alguno. Sigue repitiéndote que sí se hizo, quizás en algún momento te lo creas. Yo sé que no.

Mi familia se confinó, porque tienen la tremenda suerte de poder, a mediados de marzo. A ti no te importó nada. Ni te preocupaste por aislar el foco de contagio, sí, ese sector oriente al que tanto cuidas. Ni de ayudar a los que menos tienen. A los que no se pueden quedar en casa si quieren comer. Tuviste tiempo para prepararte. Para reforzar la seguridad social y el sistema de salud. Tuviste tiempo de planificar la manera de cerrar Chile sin que nadie se quedara en el camino. Pero no. Para qué.

En vez de hacer todas esas cosas, cualquiera de esas cosas, tú dejaste que Mañalich experimentara con la Salud de nuestros compatriotas. Que hiciera su cuarentena dinámica. Que hablara de un carnet de inmunidad cuando no hay ningún médico que haya confirmado que esa inmunidad existe. Lo dejaste seguir en su cargo después de decir que qué pasaba si el virus mutaba y se convertía en buena persona. Como tus amigos de la isapres no quieren pagar las licencias, intentaron acortar la cuarentena de 14 a 10 días para los casos leves. A saber quién puso el grito en el cielo que reculó al día siguiente. Eso es lo que tienes al frente de la peor pandemia del siglo XXI.

Y aquí estamos. Empezando junio. Todavía no empieza el invierno y los servicios de Salud ya están reventados. Que vamos a llegar a agosto, todos sabemos cómo es agosto en nuestro país y todos sabemos que el sistema no va a poder.

Te hago personalmente responsable de la muerte de todos y cada uno de mis compatriotas. Por no haber tomado las precauciones cuando todavía estabas a tiempo. Por no haberte preparado. Por haber sido tan orgulloso que nos has sido capaz de reconocer tu error y destituir a Mañalich.

Te hago responsable de los 108.686 casos que hasta hoy conocemos. Que también tengo que decirte que no te creo. Que creo que estás falseando los números.

Sé que eres católico, cómo no. Espero que cada día tengas miedo de rendirle cuentas a tu creador, porque estas muertes son tuyas.

Carolina Bassa.

Borradores que son recuerdos…

Y lo sientes. Te duele. El pecho. El brazo. Estás solo. Vives solo. No hay a quien dirigirle una palabra. Una súplica de ayuda. El teléfono está lejos. Intentas llegar, pero duele. El pecho. El brazo. Piensas en los tuyos. En la última vez que los vistes. Intentas llegar al teléfono. No ha llegado tu hora. No estás listo para que sea ahora. En un último esfuerzo, llegas al sofá. Y te derrumbas. Las fuerzas te dejan. Hace nada te parecía que no era la hora. Ahora estás deseando que llegue. Ya no duele. Ni el pecho ni el brazo. Ni la soledad. Te ves ahí. En el sofá. Con la misma cara de siempre. Pero en paz. En paz y sin las gafas. Te ves raro sin ellas. Y sigues ahí. Empiezas a sentir a los pájaros cantar. Y se hace de día. Y sigues ahí. Y empieza a oscurecer. Y así, de nuevo. Todo. Hasta que sientes unos golpes que arrancan la vista de tu cuerpo. Y recuerdas que antes, sentías el teléfono. A lo lejos. Y un golpe. Y gritos. Y una puerta que se azota contra la pared al abrirse con violencia. Y la ves. Tan rubia como cuando por fin pudiste ser padre. Con una coleta mal hecha. Con la cara desencajada intentando entender el cuadro que tiene ante sus ojos. Tu pequeña. Esa pequeña que escogiste para que fuera tu hija porque la naturaleza no te quiso dar una de tu sangre. Y llora. Te abraza. Y quieres consolarla para decirle que todo va a estar bien. Que pasará. Como pasó lo de mamá. Como pasó lo del tío. Pero ya no puedes estrechar a tu pequeña. Pero sí a tu mujer. Y confías. Confías en que tu pequeña, ya hecha una mujer, pueda seguir adelante. Y con ella tus dos luceros. Tus dos pequeñas que esta Navidad echarán en falta llamar a su Yayo. Y te dejas ir. Ya no estás solo.

Per tu, Joan.

23/11/2014

III Lustros de AutoExilio

Un día como hoy, pero de hace 15 años también estaba en un aeropuerto. Pero a 11 mil kilómetros de aquí.

Un día como hoy, pero de hace 15 años era todo miedo, ansiedad, ganas, nervios, tristeza, alegría y expectativas.

Un día como hoy, pero de hace 15 años tenía 24 y hacía menos de dos meses que había defendido mi tesis de título y había conseguido mi premio, un pasaje a Europa.

Un día como hoy,  pero de hace 15 años estaba sentada en un aeropuerto esperando para irme a vivir donde había nacido mi yaya.

Un día como hoy, pero de hace 15 años me estaba despidiendo de mi familia y de mis amigos.

Un día como hoy, pero de hace 15 años algunos confiaban en que lo lograría.

Un día como hoy, pero de hace 15 años algunos no confiaban en que lo lograría. Otros, simplemente querían que volviera, cuando todavía no me había ido.

Un día como hoy, pero de hace 15 años empecé el camino que quería, sin tener claro qué era lo que quería, como siempre.

Un día como hoy, pero de hace 15 años empecé un camino con altos y bajos. Unos más altos, unos muy bajos.

Un día como hoy, pero de hace 15 años no me imaginaba que iba a ser la flamante habitante de El Limbo.

Un día como hoy, pero de hace 15 años no me imaginaba cuántos Trocitos iba a encontrar a este lado del charco.

Y aunque a veces cargo una pena muy negra, como la de un día como hoy, pero de hace 15 años, la mayor parte del tiempo me acompañan la alegría y las expectativas, como las de un día como hoy, pero de hace 15 años.

Un día como hoy, pero de hace 15 años mi vida cambió.

Y nunca dejar de aprender…

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Si paro justo ahora y miro atrás, veo un camino largo, lleno de curvas, de subidas y de bajadas. De zonas negras y lúgubres. De paisajes oníricos y de colores. De personas sin rostro y de rostros sin nombre. De gente que tomó la salida que yo dejé pasar. De Trocitos que siguen conmigo y otros que han decidido sumarse por el camino. De gente que tomó el camino fácil.

Lo bueno es que he ido aprendiendo.

Aprendí, de alguna gente, cómo no quiero ser.

Aprendí que esto no es una competencia, no para mí.

Porque con los años aprendí que no tengo que dejar que nadie pueda hacerme dudar de lo que soy y de lo que quiero ser, porque nadie me conoce mejor que yo.

Aprendí también que la distancia y el tiempo son relativos cuando alguien realmente quiere estar. Y que nada de esto importa cuando sabes qué es lo que realmente importa.

También aprendí que no pasa nada por pedir perdón, si cuando lo haces, lo sientes de verdad. Aprendí que no pasa nada por caerse las veces que sea necesario siempre que te levantes. Pero también aprendí que no pasa nada por quedarse un rato en el suelo cuando te caes, siempre que sea para pillar fuerzas para el próximo round.

Y sobre todo aprendí que aunque pueda parecer que lo que aprendí es muy obvio, sólo lo es cuando lo sabes, pero no lo vives.

 

Bueno, pues molt bé, pues adiós

Desde el 20 de septiembre me han dicho muchas cosas. Me he encontrado unas cuántas y he visto otras pocas.

Como gente que apenas me conoce que me ha dicho que soy muy poco agradecida para ser española de adopción. Pero no preguntaron ni cómo ni por qué. Ni nada. Gente que ciertamente no estaba ahí hace 14 años y que claramente no está hoy.

Como gente que decía apreciarme y conocerme, pero creen que soy tan tonta, que se han tomado la libertad de decirme “esos catalanes independentistas a los que te has unido.” Así. Como si fuera una secta. Como si me hubieran lavado el cerebro. Como si no tuviera derecho a formarme mi propia opinión.

Como personas que sin saber si he sufrido discriminación o no, ni dónde ni a manos de quién, me dice que los catalanes son racistas y que me marginarán. Son las mismas a las que he visto defender a los fachas que camparon con violencia por Valencia o Barcelona. Seguramente ellos me invitarían a una birra. Ya.

Como gente que defendía las cargas del 1O y que ha callado cuando le he preguntado si estaría igual de bien si la cabeza abierta fuera la mía. O la de algún amigo. El que calla otorga.

He leído a conocidos defender a brazo partido la legalidad vigente. A esos mismos los he visto apagar las luces del coche y huir marcha atrás de un control policial. A algunos de esos los he visto comprar drogas. Y consumirlas. Y no, no hablo de maría. Pero se ve que la legalidad que hay que defender es solo aquella que les sale de los huevos.

También me he encontrado con gente que proclama el respeto por los que no piensan como ellos, pero que silencian o UF a las personas que no piensan como ellos. De esos tengo varios. Debe ser que está bien que pienses distinto, pero en la intimidad. Calladito y sin molestar. Sin que se note.

También me han mandado a mi país. Más de una vez. Pero los racistas no son ellos. Todo en orden. Todo dentro de su orden. De un orden que les ha dejado establecido uno que se murió, pero no se fue.

Os he visto vitorear la prisión sin fianza de los Jordis. Esos que están detenidos porque “dificultaron, sin llegar a impedirla, la labor de la comisión judicial.” Me voy a callar y no voy a deciros nada a aquellos que valientemente impedisteis, o intentasteis impedir, los desahucios. Ni a quienes los defendíais. Pero ellos también buscaban impedir la labor de la comisión judicial. ¿No?

A los del #APorEllos

A esos que enarbolan la bandera de España, algunas con el pollo. A esos que voz en cuello despiden a la policía militar que se dirige a Catalunya. A esos que gritan A por ellos. A esos. ¿Qué es exactamente lo que estáis pidiendo? ¿Golpes? ¿Disparos? ¿Encarcelamientos? ¿Todo?

Tanta violencia en tan pocas palabras. Tanto odio en tan pocas palabras.

Soy uno de Ellos. Quiero votar. Voy a votar. ¿A por mí? ¿A por mi vecina de 70 años que también va a votar? Me lo tomo como un ataque personal. Queréis que la policía venga a por mí por meter un sobre en una caja. Queréis que la policía, con armas, porras y un puto guanaco venga a por mí. Yo no. Yo deseo que viváis tranquilos. Y que nos dejéis vivir tranquilos. Porque no somos violentos. Porque no pedimos nada que no se haya hecho ya en otros países. Algunos lejanos. Otros cercanos.

No tengo porque aguantar, leer y sufrir con vuestra bilis. Con vuestro odio. Porque decís que queréis a Catalunya. Pero, para qué. ¿Para tener a por quién ir?

Voy a ir a votar. Espero conseguirlo. ¿Que si voy con miedo? Sí. Dais miedo. Me da miedo ir a votar y que me detengan. Me da miedo ir a votar y que haya una puta carga policial y nos peguen. Me da miedo que a un puto loco del A por ellos se le vaya la pinza y nos agreda. Me da miedo porque la historia nos ha enseñado qué hacéis con la gente que piensa distinto. Pero no os equivoquéis. No voy a dejar que vuestra campaña del terror cale hasta dónde queréis que lo haga. Voy a ir a votar igual. Y si me tengo que quedar ahí para asegurarme de que mis vecinos que quieren votar lo hagan, lo haré.

«No dejes que el miedo sea tan grande que te impida seguir adelante

No he dejado de seguir a nadie por pensar distinto, porque creo en la diversidad y sé que es imposible que todos pensemos igual. Sé que nuestras experiencias de vida hacen que creamos una u otra cosa. Tampoco he “eliminado” a nadie de mis amistades por la misma razón.

Pero os voy a pedir un favor. No, os voy a exigir que si sois de los que quieren que vengan a por mí, salgáis de mis redes sociales. De todas. Os voy a pedir que si queréis que nos abran la cabeza, si queréis que nos detengan, si queréis que nos peguen o nos disparen, salgáis. Os lo voy a pedir si estáis achuchando a un cuerpo policial militarizado contra un pueblo desarmado.

Y no, no os gastéis. Don`t feed the troll es mi lema.